Sabemos que la vocación de servicio es el motor que impulsa nuestro trabajo.
in embargo, la voluntad para lograr una relación de confianza, no será garantía absoluta para realizar un buen trabajo terapéutico.
El acompañante terapéutico, antes denominado “auxiliar psicoterapéutico” en el ámbito de la psicopatología, se incluye dentro de un equipo de trabajo, en el mejor de los casos, interdisciplinario. Factores como el espacio de encuentro, la adaptación ante los cambios, y la interrelación entre instituciones y hogares, son cruciales para que se construya y consolide el vínculo entre el acompañante y el acompañado. Tal como sostuvo uno de los grandes referentes de la psiquiatría modera, Phillipe Pinel, la humanización del trato hacia los pacientes, es decir, la relación vincular con la persona enferma, es el mejor abordaje terapéutico. Si bien el acompañante terapéutico, o en palabras de Jean-Baptiste Pussin, “el amigo calificado” construirá su lugar, será el acompañado quien demarcará ese lugar dentro del vínculo.
El rol del AT radica en no ser considerado una figura de control sino una figura contenedora, demostrando confianza y profesionalismo.