Abordajes en Acompañamiento Terapéutico: una mirada ampliada hacia la familia

Asociación PSI - Blog: Abordajes en Acompañamiento Terapéutico: una mirada ampliada hacia la familia.

El acompañamiento terapéutico pensado como un dispositivo permite un abordaje terapéutico ampliado, abordando no solo al sujeto designado como paciente, sino también al contexto en el cual está inserto.

El AT trabaja en – con lo cotidiano, por lo tanto con la familia, y esto tiene consecuencias en la intervención clínica que no podemos sortear.

La vida cotidiana se manifiesta como un conjunto heterogéneo y multitudinario de hechos, actos, objetos, relaciones, actividades, que se nos presentan en forma “dramática”, es decir, como acción. La conforman la familia que constituimos, la revista que leemos, la televisión, el cine, el teatro, la casa que habitamos, etc. Se organiza alrededor de la experiencia de la acción del aquí de mi cuerpo y del ahora de mi presente, un mundo subjetivo, social, es predominantemente experiencia de acción. Los hechos se aceptan como partes de un todo conocido, autoevidente.

El acompañante, de la mano de una estrategia de equipo, se va a introducir en la vida cotidiana para trabajar con ese mundo que es mucho más que un lugar, es condición de subjetivación. Intervenir en lo cotidiano puede ser generadora de modificaciones en la subjetividad, en la red social y familiar.

El AT con su presencia puede hacer visible aquello que la cotidianeidad oculta. Devela prácticas desubjetivantes, roles estereotipados que no permiten modificaciones saludables, observa la forma de habitar el espacio, el tiempo y el ritmo del otro, los vínculos, las presencias, las ausencias, tonos de voz, miradas, gestos. En la clínica del AT se aborda no sólo al sujeto designado como paciente sino a toda la escena en la que participa, el escenario y la escenografía.

Todos aquellos actos, actividades y personajes que constituyen la vida cotidiana del paciente forman parte del escenario en el cual el AT interviene.

En una oportunidad una paciente internada en un hospital psiquiátrico pronta a ser dada de alta manifestaba en sesiones de terapia que “no podía volver a su casa porque no había lugar para ella”. Se incorpora un AT para trabajar la externación que por distintos motivos era complicada. No fue menor lo sorpresa cuando la AT nos relató que en la vivienda donde habitaban tres personas había dos camas, dos sillas, dos platos, … por lo que, cuando ella estaba en la casa hacían turnos para comer. Esto era naturalizado y nadie podía imaginar que fuera de otra manera.

La presencia del AT permitió entender que no había lugar para ella. La relación entre su madre y su hermana no dejaba margen para alguien más tanto en lo simbólico, como en lo vincular y con lo real de la casa. Se incluyó en la estrategia de externación para que fuera efectiva, no sólo aspectos singulares de la paciente, sino también su casa y los vínculos que allí se presentaban.

En este escenario de lo cotidiano la familia es una pieza fundamental en la vida de los sujetos, muchas dificultades hacia el logro de los objetivos surge de enfrentamientos u obstáculos de la familia hacia la tarea del acompañante. Frente a estas situaciones los acompañantes pueden sentirse confundidos, amenazados, rechazados. En las supervisiones se escuchan fuertes sentimientos de impotencia, frustración no sabiendo cómo actuar.

Encontramos textos que plantean que no se trata de ir en contra de la familia, de luchar contra las resistencias al cambio, de cuestionar sus verdades absolutas. Tampoco se trata de culpar a la familia por el padecimiento del paciente. En los últimos años hay cierta coincidencia en pensar el acompañamiento terapéutico como un dispositivo, este concepto nos permite pensar la complejidad de redes que se entraman en el marco del acompañamiento.

Si el acompañamiento terapéutico es un dispositivo es mucho más que la relación que se da en el proceso terapéutico entre un acompañante y un paciente. Se trata de la red que se establece entre el acompañante, el terapeuta que pide un acompañante, el psiquiatra, el supervisor del acompañante, el analista del acompañante, el acompañado, la familia del acompañado, su entorno, sus mascotas, el vecino, el portero, su manera de recorrer o no la ciudad, etc.

El dispositivo acompañamiento terapéutico incluye necesariamente esta red de personas, escenarios y situaciones lo cual da al abordaje terapéutico una mayor amplitud y por lo tanto mayor eficacia terapéutica. El trabajar con la familia y no a pesar de ella redunda en mayor efectividad de la estrategia.

El entramado vincular que constituye la familia se organiza a partir de lugares y funciones. Los lugares tienen que ver con los distintos tipos de vínculos que conforman la familia, (simétricos, asimétricos) y las funciones que se espera y es deseable que ejerza la familia, son las funciones de sostén y amparo, trasmisión de la ley.

Estas funciones son operatorias necesarias para la constitución y construcción de la organización psíquica de los sujetos. Luego la red se va ampliando y vamos habitando otros vínculos, otros espacios. Los grupos secundarios aportan nuevas modalidades vinculares, posibilidades identificatorias y mantienen el apuntalamiento del psiquismo. Cuando falta o falla un apoyo se produce una perturbación en la constitución del sujeto. Los acompañantes si logran establecer un vínculo con índice de realidad para el otro, comprometido, pueden ser parte de esa red ampliada, brindarse como apoyaturas, brindando nuevas modalidades vinculares.

La escena del acompañamiento terapéutico es un escenario complejo en cual se manifiestan una gran cantidad de circunstancias, emociones y dificultades de gran intensidad.

Los acompañantes al ingresar ya sea para trabajar con la familia en conjunto o con un sujeto, se encuentran frecuentemente ante situaciones de rechazo, resistencia y obstáculo a la tarea. La misma familia que pide y acepta la intervención del acompañante puede luego mostrarse resistente y expulsiva. Frente a esta tensión los acompañantes sienten que deben actuar, tomar decisión muchas veces siendo soporte de transferencias. Advertidos por nuestra formación, sabemos que debemos tomar un tiempo, hacer pausas, ir despacio para recorrer ese mundo real, representacional y vincular del otro a quien acompañamos. Cartografiar la realidad que encontramos antes de intervenir, darnos el tiempo para entender la dinámica de roles que se despliegan en esa realidad, el entramado vincular. No sólo tomarnos ese tiempo sin tiempo lógico que implica el encuentro con el otro, sino con todo ese mundo que habita.

El acompañante tiene el privilegio y la dificultad de entrar en esa trama vincular puede sentir en carne propia, experimentar desde la vivencia los lugares en los cuales se ubican los pacientes.

Cartografiar, me imagino hacer un esquema donde uno va ubicando los roles que ocupa cada uno, los lugares en los que cada sujeto son ubicados, los temas que se hablan, los que se callan, los mitos familiares, las creencias familiares, los mandatos, las exclusiones; la función que cada uno tiene en esa familia. Detectar los tipos de vínculos que se generan en la trama parental, filial como se conjuga lo fraterno, también si se cumplen y de qué manera las funciones. Un mapa que nos permita pensar la red vincular que conforma la cotidianeidad de los sujetos con los que trabajamos, en la cual tendremos que incluir otros actores por fuera de la familia que forman parte de esa red puede ser un docente, un amigo, una niñera; otros que son incluido por el dispositivo del AT dada su presencia subjetivante.

A medida que el AT puede hacer un análisis de la demanda y tener un panorama de la dinámica familiar van ocupando diferentes lugares en el tramado de la red familiar con el fin de ir favoreciendo que las funciones que intervienen en el proceso de subjetivación puedan ser ejercidas.

En las supervisiones es frecuente observar como los AT van cumpliendo funciones que tienen que ver con sostén, contención otras veces de separación, corte, ingreso simbólico al orden de la cultura y también como a lo largo de los tratamientos pueden ir modificando su lugar para realizar diferentes intervenciones.

Los acompañantes muchas veces realizan estas intervenciones sin darse cuenta, es después en supervisiones o en las re lecturas de los casos saliendo de la mirada exclusiva a uno de los miembros y pueden ver el conjunto, y logran dimensionar que lugar ocuparon en distintos momentos en la trama familiar.

El circular del AT por los distintos espacios, la casa, la calle, la terapia, el afuera el adentro, la tristeza la alegría, el encuentro con otros permite una visión diferente del sujeto devolviendo una mirada unificada. Mirada que difiere de la que puede tener el terapeuta en el consultorio, la familia en la casa, los amigos, los pares; el AT aporta una mirada que integra, una presencia que devela, que confronta, desnaturaliza. Este circular por los distintos espacios del dispositivo acompañamiento lo que permite sostener cierta distancia necesaria para favorecer la eficacia terapéutica.

La riqueza del dispositivo acompañamiento terapéutico permite el abordaje ampliado no solo del sujeto sino del conjunto, en una amplia variedad de estrategias e intervenciones posibles. El abordaje de la clínica en su complejidad abarcando tanto el sujeto y su entorno permite obtener resultados que se sostengan en el tiempo. Trabajar con la familia y no en contra la familia, pensando el sujeto como una parte de ese todo. Un todo que incluye.